FOUCAULT fue certero:
“No creo en absoluto que nuestra sociedad sea democrática. Si uno entiende por democracia el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenado jerárquicamente en clases, es absolutamente claro que estamos muy lejos de la democracia. Es también claro que vivimos bajo un régimen de dictadura de clases, un poder de clases que se impone a sí mismo mediante la violencia, siempre cuando los instrumentos de esa violencia son institucionales y constitucionales. Y esto ocurre en un grado que impide que exista una verdadera democracia”.

Frente a la desfiguración del Partido, valor ético y acción política del/ de la comunista

 
MIEMBROS DE LA DIRECCIÓN Y SU LLAMADO.
El Partido Comunista palpita en valores; sus fines implican la defensa de los intereses del Pueblo.
No es una organización política más. Las privaciones y el sacrificio de vida que exige requieren sustancia moral y preparación política. Sin ellas, queda a merced del oportunismo socialdemócrata y de sus operadores.
   Lo recordamos a propósito del drama estratégico, de fondo, denotado tanto en la carencia de creatividad, ideas y proyectos de Izquierda, como en la desorientación acreditada al apoyar –y comprometer al Partido de Recabarren- con Bachelet y su grupo.  
   

Hace algunos años, contenta con el golpista mercurial Agustín Edwards.
Se le asegura mantener el avisaje estatal para sustentar su empresa.

 
Sus impulsores soslayan que su funcionario de mayor confianza, su ministro del Interior, fue Edmundo Pérez Yoma (íntimo de Pinochet), con la secuela de mapuches -y dirigente sindical compañero Rodrigo Cisternas- asesinados por fuerza pública instigada desde Santiago.

Y que, en otra cartera clave, fue Velasco ministro de Hacienda.
   Ella es, verdaderamente, la sra. Bachelet. Y ellos son los individuos a quienes les encomienda las máximas tareas de gobierno.
   Durante veinte años incrustaron el régimen neoliberal en todos los planos de la vida nacional: económico, laboral, educacional, tributario, medio ambiental, cultural; hasta el deportivo (mediante las sociedades anónimas), corrompiéndose y corrompiendo.


La derecha actual son ellos; ellos son los conservadores; las patronales han gozado como nunca con Frei-Lagos-Bachelet; con ellos, los grandes grupos económicos no han tenido obstáculos para lucrar a costa de gente modesta; ni hablar de fiscalización por los servicios del Estado.
 

Ni Aylwin ni Frei ni Lagos ni Bachelet cumplieron programas.
   Y ahora ni siquiera hay programa.
   Tal como lo dijo el pasado lunes 28 de mayo cuando recibió a Teillier: “No hay compromisos, no hay tratos, no hay transacciones; y no hay programa, ya que para eso primero debo ganar el gobierno”.
   Hipocresía satisfactoria para una militancia sin preparación política, dirigida a servir a personas, no a ideales ni objetivos de cambio social.
   Muy al estilo PS.
   La concertación no funciona por compromisos; en 20 años, con el Parlamento a su favor, no lo hicieron. Ni siquiera lo intentaron, culpando a “la derecha”.
   ¿Imaginan a los controladores partidarios Andrade, Walker, Alvear, Vidal, Hales, Girardi, Quintana, Tarud cumpliendo compromisos?
   Revísese su conducta política o y/o legislativa, el cómo se han comportado realmente. Ellos controlan la concertación.

¿QUÉ BUSCAMOS LOS COMUNISTAS?
¿NOS SATISFACEMOS CON “PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA”?
Observemos a los promotores principales de involucrar al Partido con el grupo concertacionista. Tomaron el control partidario debido a una curiosa carrera interna, escalando posiciones gracias a un discurso totalmente distinto del que hoy, en la realidad, materializan.
   Es en estos últimos años que destaparon su interés socialdemócrata (1): es Teillier quien comenta hoy, textualmente, que hay que “profundizar la democracia”.
   Para él, estaríamos viviendo en “democracia”.  
   Que solamente habría que… “profundizarla”.
   Olvida que vivimos bajo división de clases. Con libertad patronal para despedir trabajadores, educación elitista, Justicia clasista, impunidad militar, criminalización y persecución policial y penal de sectores modestos, tributación favorable a grandes transnacionales y patrones locales, en fin.
   ¿Cómo un comunista puede afirmar que hay democracia; que sólo habría que “profundizarla” ?
   Ese es slogan propio de conciliadores, no del secretario general del partido del Pueblo, de raíz y esencia marxista.

   ¿Profundizar lo que no existe o está descompuesto?

   No puede haber democracia en una sociedad estructurada en clases, esencialmente injusta y estatalmente violenta. Y esa es la sociedad en la cual estamos.

Pulse sobre foto para extenderla.
 
   Si hablamos de democracia, los comunistas buscamos hacerla realidad (ya que no existe) en las relaciones colectivas. Para ello son necesarios cambios radicales que permitan Justicia social, superando vínculos de explotación de unos seres humanos por otros, y el régimen económico y social que los custodia.
   Y eso no se logra ni satisface con “profundizaciones” (de una “democracia” que, reiteramos, no existe), sino con cambios reales. Es tarea comunista abrir su posibilidad cierta, no cerrarla.
   No sobrevaloramos ni rendimos culto, ni a la legalidad gubernamental ni tampoco a la ilegalidad.
   No rechazamos la vía parlamentaria.
   Sabemos que sólo una estrategia amplia permite avanzar; que no debemos marginarnos ni permitir ser marginados; que debemos ocupar –o abrir- todos los espacios. Estamos conscientes que los métodos son variados, que -dentro de principios y valores- exigen uso simultáneo o alternativo, con oportunidad y eficacia.
   No objetamos luchar en ninguna área o nivel, menos cuando han sido espacios establecidos o ganados en combates sociales promovidos, históricamente, por la propia Izquierda.
   Sin embargo, se está haciendo transitar un camino totalmente distinto. La vía de la componenda cupular, perdiendo más de lo que se gana.
   Y cuyo efecto previsible es beneficiar a determinados militantes, aumentar su poder mediático y, así, su poder partidario interno (2); y es que, hoy en día, el primero alimenta al segundo.
   Tal cual ocurre en el PS y el PPD.
 
LA COMPONENDA CUPULAR FORTALECE A ALGUNOS, PERO DEBILITA AL PARTIDO.
PASAMOS, DE REVOLUCIONARIOS, A CLIENTELA Y COMPARSA ELECTORERA.
Obtener cupos en algunos distritos, mientras se renuncia a pelear en los cincuenta y tantos restantes (como se abandonó pelear más de 300 alcaldías, renunciando a exponer la posición comunista), si bien favorece a esos específicos candidatos del Partido (aquellos “aceptados” por la concertación, aceptación concretada en respaldo electoral efectivo), lesiona la movilización y la identidad comunista de los compañeros de todos aquellos distritos en que, sin candidatos propios (y sin programa, planteamiento o posición comunista), se “debería” apoyar, o actuar como comparsa de otras personas, que, lejos de ser “compañeros de ruta”, poseen conducta y objetivos políticos harto diferentes.
   Con ello, el Partido, en esas zonas (la inmensa mayoría del país), se paraliza (si no participa), o se desdibuja (si opera como comparsa de otros).
   Se abre la puerta del oportunismo individual; cercenados en su participación como actores, la militancia queda invitada a servir como operadora electorera de los oficiales concertacionistas; más apetecibles aun si es que son líderes sociales.
   Y que tendrán especial interés en que continúe la componenda, ya que asegurará conservar el sustento como operador local.
   El único Partido Comunista será el que aparece en las cámaras de TV, con las declaraciones conciliadoras del grupo ya conocido, y su aviso de nuevas componendas, porque los favores políticos hay que pagarlos en una cadena sin fin.
   Frente a ese poder mediático de algunos, con su inevitable autonomía de conducta (ya constatable en sus votaciones parlamentarias según su antojo), el resto de miembros de la Comisión política, del Comité central, y la militancia en general, no tendrían más que someterse a ellos.
   Favorece la acción de cúpula; para mantenerse, tendrá especial interés en continuar (y justificar) dicha práctica; pero, en la mayor parte del territorio (y ante sus habitantes), debilita o anula la presencia ideológica y personal, la identidad, lo que es ser comunista, y lo que se plantea.
   Sólo importará lo que diga el pequeño grupo mediático, o lo que se muestre de él.
   Al no presentarse, al no postular a nada, al no poder (la componenda lo ordena), ocupar espacios para presentar la plataforma propia, se reducirá más aun la posibilidad de que el Partido como tal -y sus integrantes locales-, puedan avanzar en esas zonas.
   Transformándose en meros espectadores, u operadores electoreros de la concertación.   
   Olvidando que la formación política del comunista pasa por ejercitar la actividad misma, por foguearse en la práctica misma.
   ¿Qué mejor regalo al adversario?

SEMBRAR DESAPEGO RESPECTO DEL PODER, NO SUMISIÓN.
No es tarea de los comunistas salvar la imagen de la concertación.
   Por el contrario, sí lo es sembrar independencia de espíritu o desapego del Pueblo respecto de la legalidad viciada y de la conducta oficial; que no condicione -ni menos determine- ni los objetivos, ni el camino para lograrlos.
    No obstante, hoy se promociona lo primero.
   No sólo están condicionando sino –incluso- determinando su conducta política según el agrado de la concertación, sembrando la mojigatería, el cretinismo: no hacer nada que pueda molestar a ese grupo.
   Uno de muchos casos: en su rol de parlamentarios, han incumplido la obligación de poner sobre la mesa, someter a discusión pública o cuestionar el artículo 161 del Código laboral (precepto legal concertacionista), que consagra el despido inmediato, cuando al patrón se le antoje, médula de la inestabilidad laboral, de la flexibilidad de las relaciones laborales, fibra íntima del neoliberalismo; sin él no puede funcionar.
   Aunque no se tengan votos, ni siquiera se ha procurado poner el tema sobre la mesa, incorporándole en la discusión pública.
   Curioso comportamiento legislativo, repetido en otras ocasiones, reveladoras de su desinformación y desorientación. Pese a tanto esfuerzo y cesiones para ubicarles allí.

DIRIGENCIA TAN DISTINTA DE LA QUE ENALTECIÓ AL PARTIDO.
La ramplonería y el oportunismo individual son eficaces para ampliar su dominio. Hoy dan el ejemplo: van personalmente a la oficina de una candidata a la presidencia, manchada de sangre trabajadora y de represión, que seleccionó a un criminal pinochetista por ministro del interior, para regalarle el respaldo del Partido; a cambio de nada para el Pueblo; ni hablar de un programa para el Pueblo.
   No gana el Partido ni el Pueblo; se benefician ellos, aumentando su poder individual y exaltando la trascendencia del trato de cúpula en desmedro de la actividad -e incidencia- de la base social.
   La base es ahora, simplemente, masa de maniobra para obtener objetivos individuales.
   No es casual que los mismos que pactan son los directamente favorecidos por sus propios pactos; obsérvese las comunas-distritos en donde negociaron su elección parlamentaria, a diferencia de las que les tocó a otros compañeros.
   Tampoco es casual que hoy no haya separación esencial entre los parlamentarios y la dirección partidaria, a la cual, por regla básica, deberían subordinarse.
   Así, hacen y negocian política para ellos mismos. Ya que ellos mismos, aumentando su poder individual favorecidos por el aparato mediático TV-Prensa (al cual le conviene que la facción socialdemócrata gane influencia), controlan -en la práctica- el aparato partidario.
   A la vez que se presiona hacia abajo el nivel de preparación política de la militancia; así, más fácilmente manejable.
   No profundizar nada; no examinar causas ni consecuencias; por el contrario, superficialidad y jolgorio bacheletista.
   El Partido se tiñe, está siendo “educado”, de ese comportamiento.
   Harto distinto de aquella dirigencia obrera y de educadores que vivía el rol de trabajador (esencial para dirigir un Partido Comunista), creativa y autoexigente, que enriqueció al Partido, le hizo respetable y respetado, atractivo -y motivador- no sólo para la clase según se la entiende, sino también para estudiantes, artistas e intelectuales, que concretaron esa admiración con su talento e inteligencia, multiplicando la convocatoria social.
   Cuya actividad y decisiones buscaban hacer avanzar al Pueblo y fortalecer al Partido, no a ellos mismos.
   Que combinaba rigurosidad con sencillez. Consciente de que, para dirigir un Partido Comunista, se debe poseer ascendiente, se debe cultivar autoridad moral.
   No obstante, reconocemos que en la desfiguración político-ideológica, han tenido su papel también entidades comunistas asesoras, copiando y sometiéndose a la intelectualidad socialdemócrata neoliberal, y a sus funcionarios estratégicos, particularmente en las áreas de Desarrollo social y de Trabajo y Previsión Social.
   Hace años que afectaba la sequía formativa, ideológica y práctica; estas son algunas consecuencias.

COMPORTAMIENTO LEGÍTIMO DE COMUNISTAS,
MILITANTES Y SIMPATIZANTES.
Es legítimo el camino de no apoyar ni ser partícipe político de tales gobiernos.
   Así lo sienten y entienden numerosas compañeras y compañeros comunistas, como aquellos que, en los años ‘70 y ‘80, encarnaron la resistencia. Lo manifestaron en las elecciones municipales pasadas, adhiriendo públicamente a candidatos o movimientos que, de una u otra forma, aparecen personificando ideales y proyectos populares; aquellos ideales y proyectos que miembros de la dirección nacional partidaria abandonaron.
   A aquellas compañeras y compañeros no se les puede exigir otra conducta. Su comportamiento está justificado según la propia legalidad partidaria, es decir, los valores que nutren y los objetivos políticos que son de la esencia de la organización. La opción de esos compañeros, lejos de vulnerar los intereses del Pueblo, reafirma, en cada uno, su valor ético y su claridad política.
   Es que la legalidad partidaria se nutre y se justifica sólo si se adecua a valores y a fines comunistas; si, respectivamente, los realiza y los busca o persigue.
   Ese es el fundamento del estatuto o código conductual comunista, su razón de ser, su justificación.
   La lealtad partidaria se realiza o encarna en su ajuste a tales valores y en la búsqueda de esos fines.
   Deberían reconocerlo los críticos, iracundos por su fracaso en Valparaíso, donde los votos de Izquierda fueron para los candidatos con programa popular, no para el democristiano perdedor sr. Pinto, prometido a la concertación por miembros de la dirección.
   Es legítimo no hacerse cómplice de la concertación. Es grave ingenuidad decidir temas esenciales considerando o creyendo que dentro de ella, o apoyándole, se podrá cambiar las cosas.
   Sus controladores son profesionales del engaño; sin escrúpulos para comportamientos corruptos.
   Participar de ellos por unos cupos ya está comprometiendo la independencia partidaria.
   Y saboteará la lucha social.
   ¿Podremos reclamar poblacional, laboral o estudiantilmente contra las medidas –o la inacción- de “nuestro propio gobierno”?
    ¿Recuerdan la denominada “Transición” de los años 90, y sus monsergas, que afianzaron el post pinochetismo?:
   No hay que molestar al gobierno”.
   “Eso beneficiará a la derecha”.
   No hagamos el juego a la derecha”. 
   Por todo ello, se abre la puerta, no para salir del Partido sino para profundizar la ética comunista, expandiendo conciencia de clase y activando la participación de la base social como creadora y actora de su propio destino.
   Es un derecho.
   También el respaldo a aquellos candidatos y candidatas que, mediante un programa serio y congruente, asumen y se comprometen con el interés e ideario del Pueblo, de los trabajadores.
   Ningún comunista, militante ni simpatizante, puede sentirse obligado a apoyar ni a la sra. Bachelet, ni a la concertación. Son estos quienes ampliaron y aseguraron el neoliberalismo que la dictadura inició.
   En relación a los intereses del Pueblo, son tan de derecha como la UDI-RN. Y así seguirán.

                                                                                          28 de mayo de 2013.

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(1) En el funeral del compañero Volodia (febrero de 2008), Teillier avisa, como gran noticia, que gestiona la reincorporación al Partido de María Maluenda. No dijo que esta ex militante fue diputada por ocho años, por el PPD, y que no tuvo problema en votar aprobando las leyes que implementaron el neoliberalismo en Chile.
   A la vez, a otros compañeros -sin tales períodos de colaboracionismo con el adversario- se les censura y excluye.

(2) Hace ya tiempo un atento compañero húngaro previno la imperiosa “…necesidad de una entera subordinación del grupo parlamentario al comité central […] del partido, esto no deriva solamente de la necesidad absoluta de unificar la acción; esto contribuye también a rebajar sensiblemente en la conciencia de las grandes masas proletarias el prestigio del parlamento, prestigio que está en la base de la autonomía del grupo parlamentario, fortaleza del oportunismo”.