EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA.
“Esta impotencia de la
legítima instancia política ha convertido a nuestras asambleas legislativas,
supuestamente soberanas, en un espectáculo basura en el que sólo discuten los
que están básicamente de acuerdo en que hay ciertas cosas que no pueden ser
discutidas: todas aquellas que dependen o que afectan a la economía.
Mientras los parlamentarios buscan temas
sobre los que discutir (las células madre o la lucha contra el terrorismo), los
ministros de Economía declaran no sin cierto cinismo que hacen la política «que
hay que hacer», pues, en efecto, la economía capitalista tiene sus reglas, sus
necesidades y sus razones, aunque éstas no suelen coincidir con las razones y
necesidades de las personas”.
…
“…para volver
convincente la «ilusión de la ciudadanía» en estas condiciones son necesarios
verdaderos imperios mediáticos con un ejército de miles de periodistas e
intelectuales. Hay tanto cinismo en su discurso que hemos terminado por
acostumbrarnos y considerarlo normal y realista. Los mismos que se encargan de
alimentar día tras día la «ilusión ciudadana» (en lugar de denunciarla y
combatirla) son los que se autoproclaman incondicionales defensores del Estado
de Derecho.
Y en cambio, se mira con mucha suspicacia a
los que intentan llamar la atención sobre todo este tinglado ideológico que ha
convertido la ciudadanía en una estafa. Se sospecha que se trata de
izquierdistas con un oscuro y atávico resentimiento hacia la división de
poderes y una inclinación instintiva hacia el totalitarismo estalinista.
Este juego de manos se ve facilitado por el
propio empecinamiento de la izquierda en meter la pata con el asunto del
derecho «burgués». La estafa habría resultado mucho más difícil si la izquierda
no se hubiera empeñado tan alegremente en regalar al enemigo el concepto de
Estado de Derecho. Lo que había que haber hecho, al contrario, era demostrar
que semejante proyecto es imposible bajo condiciones capitalistas de
producción. Poner en evidencia a todos los que, diciendo defender el Estado de
Derecho, no defienden, en realidad, más que unos privilegios históricos, del
mismo modo que podrían defenderlos genéticos. En resumen, lo que habría que
haber hecho es denunciar y desmontar la «ilusión ciudadana» que ha sido, al
menos durante la segunda mitad del siglo XX, el arma ideológica más potente y
eficaz del Primer Mundo”.
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