FOUCAULT fue certero:
“No creo en absoluto que nuestra sociedad sea democrática. Si uno entiende por democracia el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenado jerárquicamente en clases, es absolutamente claro que estamos muy lejos de la democracia. Es también claro que vivimos bajo un régimen de dictadura de clases, un poder de clases que se impone a sí mismo mediante la violencia, siempre cuando los instrumentos de esa violencia son institucionales y constitucionales. Y esto ocurre en un grado que impide que exista una verdadera democracia”.

EL VERDADERO EDUARDO FREI MONTALVA



“La figura de FREI se hará cada año más sombría. Y su memoria tendrá que encarar algún día la responsabilidad del crimen”.
Pablo NERUDA.
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Eduardo FREI MONTALVA, homenajeado y alabado por el sr. diputado Guillermo Teillier, descrito y evaluado por el compañero Pablo NERUDA y la compañera Joan JARA.
En sus respectivas obras, “Confieso que he vivido” y “Un canto truncado”.

FREI
El camino chileno, limitado en todas partes por obstá­culos infernales y legales, fue en todo instante estricta­mente constitucional. Mientras tanto, la oligarquía re­compuso su traje agujereado y se transformó en facción fascista. El bloqueo norteamericano se hizo más im­placable a raíz de la nacionalización del cobre. La I.T.T., de acuerdo con el ex presidente FREI, echó a la Democracia Cristiana en brazos de la nueva derecha fascista.
Las personalidades recíprocas y antagónicas de ALLENDE y FREI han preocupado a Chile en forma perma­nente. Tal vez por eso mismo, porque son hombres tan diferentes, caudillos a su manera en un país sin caudillismo, cada uno con sus propósitos y con su cami­no bien delimitado.
Creo haber conocido bien a ALLENDE: no tenía nada de enigmático. En cuanto a FREI, me tocó ser colega suyo en el senado de la república. Es un hombre curioso, sumamente premeditado, muy alejado de la espontanei­dad allendista. No obstante, estalla a menudo en risas violentas, en carcajadas estridentes. A mi me gusta la gente que se ríe a carcajadas (yo no tengo ese don). Pero hay carcajadas y carcajadas. Las de FREI salen de un rostro preocupado, serio, vigilante de la aguja con que cose su hilo político vital. Es una risa súbita que asusta un poco, como el graznido de ciertas aves nocturnas. Por lo demás, su conducta suele ser parsi­moniosa y fríamente cordial.
Su zigzagueo político me deprimió muchas veces antes de que me desilusionara por completo. Recuerdo que una vez me vino a ver a mi casa de Santiago. Flotaba en ese entonces la idea de un entendimiento entre comunistas y demócrata-cristianos. Éstos no se llamaban aún así sino Falange Nacional, un nombre horrendo adaptado bajo la impresión que les había cau­sado el 'joven fascista Primo de Rivera. Luego, pasada la guerra española, Maritain los influenció y se convir­tieron en antifascistas y cambiaron de nombre.
Mi conversación fue vaga pero cordial. A los comu­nistas nos interesaba entendemos con todos los hombres y sectores de buena voluntad; aislados no llegaríamos a ninguna parte. Dentro de su natural evasivo, Freí me confirmó su aparente izquierdismo de ese tiempo. Se despidió de mí regalándome una de esas carcaja­das que se le caen como piedras de la boca. "Seguire­mos hablando”, dijo. Pero dos días después compren­dí que nuestra conversación había terminado para siempre.
Después del triunfo de Allende, FREI, un político ambicioso y frío, creyó indispensable una alianza reaccionaria suya para retornar al poder. Era una mera ilu­sión, el sueño congelado de una araña política. Su tela no sobrevivirá; de nada le valdrá el golpe de estado que ha propiciado. El fascismo no tolera componendas sino acatamiento. La figura de Freí se hará cada año más sombría. Y su memoria tendrá que encarar algún día la responsabilidad del crimen”.

Pablo NERUDA, “Confieso que he vivido”, 6º edición, Editorial Losada, Buenos Aires, 1978.

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“En la mitad de los años sesenta comenzó en Chile un período deprimente para la gente de izquierda. Una gran parte de los obreros —sobre todo las mujeres— habían votado a Eduardo FREI. Durante la campaña, bajo el lema "Revolución en libertad", había prometido muchas refor­mas populares, entre otras, más y mejores viviendas, medidas antiinfla­cionistas, revolución económica y agraria. También había prometido la "chilenización" de las minas de cobre, proyecto que en la práctica suponía el pago de muchos millones de dólares a las compañías mineras nor­teamericanas- a cambio del 51 % de las acciones, pero poco control efi­caz. El gobierno de Estados Unidos consideró a FREI una barrera contra una revolución auténtica. Para muchos ciudadanos corrientes parecía ofrecer una verdadera alternativa a la desacreditada oligarquía que duran­te tantos años había gobernado.
La promesa de elevar el nivel de vida de los trabajadores pronto se vio reducida a meras palabras. En 1965, después de que la policía fuera enviada a la ciudad norteña de El Salvador para acabar con una huelga -asesinando a mineros y a sus esposas que se habían refugiado en la sede de un sindicato-, fue evidente a qué intereses servía FREI


Joan JARA, “Un canto truncado”, traducción de Margarita González Trejo, 2º edición, Editorial Argos Vergara, Barcelona, 1983, pág. 98.

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El clima político de Chile parecía reclamar una revolución. El descontento provocado por el gobierno de FREI aumentaba rápidamente
(Joan JARA, obra citada, pág. 121).

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“A las siete de la mañana del domingo 9 de marzo de 1969, por orden del ministro del interior, Edmundo Pérez Zúcovic, doscientos cincuenta policías armados al mando de Jorge Pérez –gobernador en funciones de la provincia de Llanquihue- atacaron a un grupo de noventa y una familias campesinas que habían ocupado un trozo de yermo, pampa Irigoin, situado a unos tres kilómetros de la ciudad de Puerto Montt.
Al acercarse al caserío, la policía activó el rudimentario sistema de alarma instalado por los campesinos que habían ocupado ilegalmente las tierras. El repiqueteo de las latas atadas a la alambrada despertó a las familias que dormían. Avisándose a gritos y sacando a rastras de los refugios improvisados a los niños medio dormidos, las mujeres reunieron de prisa a sus familias. Los campesinos corrían de un lado a otro, intentando encontrar el modo de salir del cordón policial. Algunos cogieron sus herramientas de trabajo -palas, picos y todo lo que encontraron- con la idea de resistir; otros intentaron llegar a la población vecina, Manuel Rodríguez, donde esperaban encontrar refugio. Pero la policía ya había rodeado pampa Irigoin.
Arrojaron granadas lacrimógenas y a continuación abrieron fuego con ametralladoras. Muchos hombres y mujeres cayeron heridos mientras la policía incendiaba las primitivas chozas que habían sido sus hogares. Siete campesinos perdieron la vida y un niño de nueve meses murió asfixiado por los gases lacrimógenos. Sesenta resultaron heridos, la mayoría en el pecho y en el vientre porque la policía disparaba indiscriminadamente contra personas desramadas y porque tiraba a matar
(Joan JARA, obra citada, páginas 124 y 125).
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De inmediato el movimiento sindical convocaba a una huelga gene­ral. La central única de trabajadores -CUT-, que hasta ese momento había librado una batalla permanente contra la represiva y devastadora Política económica del presidente Eduardo FREÍ, hizo un llamamiento a todos sus miembros para defender el gobierno constitucional”
(Joan JARA, obra citada, pág.137).

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