FOUCAULT fue certero:
“No creo en absoluto que nuestra sociedad sea democrática. Si uno entiende por democracia el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenado jerárquicamente en clases, es absolutamente claro que estamos muy lejos de la democracia. Es también claro que vivimos bajo un régimen de dictadura de clases, un poder de clases que se impone a sí mismo mediante la violencia, siempre cuando los instrumentos de esa violencia son institucionales y constitucionales. Y esto ocurre en un grado que impide que exista una verdadera democracia”.

Benedetti...

A la muerte de un canalla
todo lo contrario


La muerte de Benedetti, sin duda, nos llena de tristeza a quienes vimos en el poeta uruguayo un digno ejemplo que unió con novelas, ensayos y sobre todo con poesías, a varias generaciones

Cuántos fuimos los jóvenes que le robamos poemas intentando –a veces con éxito, otras no- enamorar bellas muchachas,

Utopía, corazón coraza, táctica y estrategia, hagamos un trato, son sólo algunos de los caballos de batalla en las conquistas

O cuando ya no había nada qué hacer la culpa es de uno, al menos podía remover la conciencia de la inconciente que nos desahuciaba
O el desesperado intento de un no te salves a veces podía salvarnos

Pero Benedetti, que entendía el amor en sus más diversas manifestaciones, también nos enseñó a amar la libertad y repudiar las tiranías que con tanta brutalidad golpearon nuestra querida América latina
Para matar al hombre que era el pueblo
Tuvieron que quedarse sin el pueblo
concluye uno de sus poemas titulado allende

De tortura y dolor también nos enseñó el maestro, siempre con sus poesías hombre preso que mira a su hijo es un noble homenaje a todos los torturados que callaron, o que putearon como locos, que es una linda forma de callar

Pero la muerte de este parcial irrescatable, también nos deja el dulce recuerdo del hombre que hizo con su vida que la vida de otros sea más digna de ser vivida

Silvio Cuneo
Mayo de 2009
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Disculpen la molestia. Por Eduardo Galeano


Disculpen la molestia
Eduardo Galeano


Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.

¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?

El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?

¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?

¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?

Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?

¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?

¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?

Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?

¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?

¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?

Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?

Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:

–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.

El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?

A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.
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Declaración pública

DECLARACIÓN PÚBLICA

El nombre de mi esposo es Eduardo Guillermo Vivian Badilla, preso político, recluido en el C.C.P. de Concepción desde el 15 de noviembre de 1996.
Él se inició en la lucha política en la Universidad Católica de Valparaíso, en la Jota, en el año 1985, para luego formar parte del Destacamento Estudiantil del Frente Patriótico, ligado al Partido Comunista.
Producto de su profunda sensibilidad, se involucró en un proyecto político social, que tenía como finalidad el desarrollo de los trabajadores, tanto desde el punto de vista cultural como intelectual. De acá se derivaron acciones para financiar programas de radio, periódicos, murgas, encuentros sindicales, ollas comunes, y otras iniciativas.Es así como cae detenido en Quilpué, y posteriormente es trasladado a la ciudad de Concepción.
Consecuente con sus ideales, comenzó a desarrollar muchas iniciativas al interior del penal, iniciativas que han venido beneficiando a muchos internos, principalmente referidas a la preparación para la Prueba de Selección Universitaria.
Hoy no pertenece a ninguna orgánica política y todos estos años se ha esmerado por cumplir con los requisitos del Reglamento de Beneficios intra penitenciarios, que emana de Gendarmería. No obstante cumplirlos todos a cabalidad, el Gobierno, representado en la Dirección Nacional de Gendarmería, le ha negado sistemáticamente la posibilidad de algún beneficio, Eduardo ha postulado a Salida Dominical, desde noviembre del año 2005, ya que desde esa fecha el Reglamento se lo permite. Dadas las constantes negativas, nos hemos embarcado en la solicitud de traslado a la región en que yo resido desde el año 2006, Región de la Araucanía. Estas solicitudes, también han sido denegadas, aduciendo “alto saldo de condena” y “demasiada inteligencia”. Todo este deprimente escenario, ha provocado el colapso total y los lamentables acontecimientos de este domingo 19 de abril de 2009:Mi esposo, Eduardo Vivian, en un estado de shock, intentó quitarse la vida, quemando su cuerpo a lo bonzo. Su salud en estos momentos es considerada de gravedad, se espera hoy martes 21, el retiro de los vendajes a fin de evaluar la situación actual de sus heridas y poder determinar el real riesgo vital.
Desde ya agradecemos las innumerables muestras de solidaridad y afecto y requerimos nos puedan ayudar con la Solicitud de Traslado, ya sea a través de cartas al Ministro de Justicia, y al Director Nacional de Gendarmería, de tal forma que Eduardo, pueda estar físicamente más cerca de su hogar, obvio cuando su salud se lo permita. No es mucho lo que pedimos, únicamente que, al recuperarse, aunque sea por razones humanitarias, no sea devuelto al penal El Manzano y pueda continuar con su reclusión y rehabilitación física en la provincia de Malleco. Sólo eso necesitamos para que su cuerpo y espíritu, quemados por igual, puedan recuperarse paulatinamente. Esta es la constante preocupación y el gran dolor de Eduardo; necesito darle esa noticia para que tenga fuerzas para sobrevivir. Esta crisis se fue generando lentamente por la negativa a las solicitudes de beneficio, pero esta reacción tan radical - intento de suicidio- ha sido producto de una paranoia latente respecto de mi seguridad personal. Muchos años viajando desde Santiago todos los fines de semana, y otros cuanto conduciendo desde Victoria a Concepción, le hicieron delirar y manifestar que yo estaba en peligro de muerte.Termino estas palabras reiterando la necesidad de utilizar todas las vías que nos permitan sensibilizar al Gobierno, para que accedan, una vez recuperada la salud, a hacer efectivo el Traslado; sólo de esto depende su mejoría. Ni Eduardo, ni yo, estamos pidiendo libertad, ni acusar inocencia; mucho menos abusar de un pasado político; sólo pedimos se nos respete el derecho a estar juntos como familia, coexistiendo en una misma ciudad.
Patricia Martínez Castro
Número celular 76676214