FOUCAULT fue certero:
“No creo en absoluto que nuestra sociedad sea democrática. Si uno entiende por democracia el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenado jerárquicamente en clases, es absolutamente claro que estamos muy lejos de la democracia. Es también claro que vivimos bajo un régimen de dictadura de clases, un poder de clases que se impone a sí mismo mediante la violencia, siempre cuando los instrumentos de esa violencia son institucionales y constitucionales. Y esto ocurre en un grado que impide que exista una verdadera democracia”.

INVITACIÓN. ACTIVIDADES EN HOMENAJE A GONZALO.


 
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El Colectivo 19 de Noviembre invita a la 8° Jornada por la Memoria y los Sueños en el contexto del homenaje a Gonzalo Muñoz, joven preso político asesinado en la cárcel pública de Valparaíso el 19 de Noviembre de 1985.

Esta actividad cultural que retorna al espacio de la antigua cárcel (hoy Parque Cultural de Valparaíso) se estructura en una exposición que se inaugura el viernes 16 de noviembre, a las 19 hrs en el edificio de transferencia y en un día domingo 18 de noviembre de carácter familiar, con talleres de serigrafía y lanigrafía para niños y niñas (14:30 hrs), la reposición de placas en recuerdo de Gonzalo Muñoz a las 17:00 hrs, para terminar con una acto musical y de homenaje a la 18:30 en el Teatro del Parque.

Organizan: Colectivo 19 de Noviembre y Parque Cultural de Valparaíso
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MÁS CARROS REPRESIVOS GRACIAS A LA CONCERTACIÓN.

No es casual la foto insertada, muy a lo Mercurio, dando señales o imágenes de violencia, justificando, implícitamente el gasto que la Concertación, que es mayoría en el Consejo Regional Valparaíso, CORE, aprobó, para comprar más carros de represión ciudadana.
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GIRARDI VERSUS VELASCO.

Lo mas rancio, miserable, purgas y miserias humanas hemos visto en los últimos días en la disputa más sabrosa de los últimos tiempos. Girardi versus Velasco (García, Aylwin, Lagos y otros más que se me escapan). Lo más retorcido de la política Concertacionista se ha desnudado ante la opinión pública y ha mostrado algo que todos los que estamos medianamente informados de política sabíamos de antemano. De que la Concertación, después de todo, era simplemente una agencia de empleos. De que Girardi es un mafioso nadie lo pone en duda, hasta un niño se da cuenta de ello. De que el Senador Girardi y su modo de hacer política que linda en la polémica, corrupción y malas prácticas no es desconocida para nadie. El mismo Senador que envío cartas a sus militantes para hacer campaña partidista, cargando el costo al Senado de Chile, es, y lo seguirá siendo, uno de los más grandes operadores políticos de La Concertación. Basta ver su último numerito antes de dejar la presidencia del Senado, subirse el sueldo para él y su camarilla de Senadores en dos millones de pesos extras, porque según su argumento no le alcanzaba para sus gastos (?).

De que Girardi hacía correr listas de sus cercanos en los Ministerios y reparticiones públicas, yo pienso que hasta esta altura de la vida ya nadie pone en duda. Lo que realmente es patético es la defensa que hacen de él sus fieles perros guardianes, como el Diputado Accorsi que justifica las presiones y lo asume como algo normal, aunque sabemos que en política lo normal no significa lo correcto ni lo ético. Dice además que el Senador: “tiene una capacidad de hacer política gigantesca”,  obviando por supuesto que quiere decir con sus palabras ¿se referirá a la mafia que controla Girardi?. O la defensa que hace el Vicepresidente del PPD Alejandro Bahamondes al comentar que esto es un montaje, (solamente le faltó originalidad en su defensa). Esto ya me suena como argumento muy repetido. Montaje en el caso bombas, montaje contra la “mami Bachelet” y otros muchos montajes que ya ni me acuerdo. Pero como la pelea entre perros grandes es sabrosa, mas sabrosa aun es contra quien se pelea. Contra Andrés Velasco, ex todopoderoso Ministro de Hacienda de Bachelet.

El Ministro responsable de la caída de La Concertación con sus políticas ultra neoliberales. El Ministro más derechista de la derechista Concertación. El hombre que se opuso al post natal, que se opuso al término del 7% para la salud de los adultos mayores, que se opuso a todas y cada una de las demandas estudiantiles y de los trabajadores. Al hombre que se opuso a toda agenda progresista durante el gobierno de la “mami”. Este hombre que como todo buen político que se precie de tal (como un vulgar camaleón), hoy se presenta al país como defensor de los humildes. El mismo que echó a andar el Transantiago, con toda su secuela de sufrimientos y padecimientos para la población santiaguina. Ahora con total desparpajo se quiere presentar como el adalid de la justicia. Pero ahora se encontró con la horma de su zapato y parece que su aventura presidencial se irá desinflando de a poco, aunque esta polémica le da un poco de aire a sus aburguesados pulmones.
Otro que salió a la pelea a ladrar y sin que sea invitado, es el ex Ministro de Salud, Pedro García, quien mencionó que también recibió presiones de Girardi para colocar a su gente en su Ministerio. Le faltó argumentar al ex Ministro que el Ministerio de Salud era un feudo de la DC y por lo tanto nadie podía meterse en sus dominios. Así como la DC era dueña absoluta del Ministerio de Salud, el Ministerio de Justicia era de los Radicales y así la Concertación tenía repartida su torta en todas las reparticiones públicas (hasta tenía cuoteados los porteros de los edificios públicos). Todo se manejaba con total manejo quirúrgico que nadie podía meterse en terrenos ajenos. Es decir, el ex Ministro Pedro García, el mismo personero que declaró con total indolencia al país “pregúntenle a las vacas”, cuando escaseaba la leche para los bebés y niños en los consultorios del país. Esta indolencia de La Concertación al mirar siempre con total indiferencia al pueblo trabajador, es que contribuyo a su caída.

Por último me voy a referir al ex Presidente “socialista” Ricardo Lagos, que también y sin que nadie lo invitó, se metió a este baile y declaró el día de ayer que él también recibió presiones. Solamente le faltó decir, al ex presidente, que las únicas presiones que recibía con agrado era la que le hacían los empresarios y las empresas multinacionales que tuvieron su apogeo durante su gobierno. Aunque también se le olvidó mencionar que colocó a su hijo Ricardito Lagos Junior (que hoy la oficia de Senador) en puestos claves de su gobierno, olvidando la palabra nepotismo, que en cualquier democracia decente esto es castigado como delito (menos en el Chile de hoy por supuesto).
Hugo Farias Moya.



Hace treinta años...

Hace 30 años -año del cincuentenario-, el combate era total.
La Campaña de Emulación, ejecutada en la clandestinidad y ensamblada con la lucha, implicaba superación personal y colectiva.
En las imágenes, anverso y reverso de una tarjeta de reconocimiento para un compañero.
Pulse imágenes para ampliar.




No permitamos ser corrompidos

A propósito de la campaña electoral municipal, útil es conocer realidades, sobre todo para los compañeros jóvenes que recibirán órdenes a fin de ir a servir de comparsa a tal o cual candidato o candidata, los que una vez elegidos continuarán apuntalando el régimen neoconservador que la dictadura sembró pero que la Concertación implementó y cuidó en Chile durante 20 años.

Es ella la que rescató a Pinochet desde Londres.
Para varios de sus dirigentes, no parece haber existido dictadura, ya que hablan del “gobierno militar”, como se lee en documentos oficiales, y no precisamente de la DC.

En la V región, los concertacionistas en el Consejo Regional, CORE, que son mayoría, acaban de aprobar casi 300 millones de pesos para destinarlos específicamente a la compra de dos nuevos carros lanza aguas, para Carabineros, y adquirir otros elementos de represión policial.
La hipocresía no tiene límite.

Sirve conocer la coerción electoral practicada por la Concertación en Valparaíso, y el maltrato a los trabajadores, ya desde el año 2004, que repercutió especialmente en las campañas partidarias para las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2005.

Los principales perjudicados fueron los candidatos de Izquierda y sus colaboradores que, sin recursos, dejaron los pies en la calle y en el barro buscando respaldo y votos ciudadanos, mientras la Concertación, con fondos públicos, obligaba a trabajadores públicos a hacerle promoción.

Desde agosto de 2006 el concejal sr. Alberto Neumann, persona diferente al resto, estaba al tanto de lo ocurrido; que se sepa, no hizo nada.
Pese a todo, en varios casos los ilícitos fueron acreditados.
Sobre el tema, recomendamos el sitio a conectar mediante el siguiente enlace:

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El ocaso de la CUT


“El ocaso de la CUT”.

Por Juan Pablo Cárdenas
(Premio Nacional de Periodismo).

La corrupción de la política tiene su correlato en la descomposición de nuestros referentes sindicales. La misma forma en que se toman decisiones en los partidos y la falta de representatividad de los mismos se reproduce en la Central Unitaria de Trabajadores y otras mínimas expresiones de los trabajadores chilenos. Lo primero que se debe consignar es que en más de dos décadas de post dictadura, los índices de sindicalización en nuestro país apenas superan el 15 por ciento de la masa laboral. Esto es, que de los 5 millones de trabajadores, menos de 800 mil pertenecen a alguna agrupación sindical. Al mismo tiempo que un porcentaje ínfimo de sindicatos está afiliada a la CUT, entidad que ya no tiene nada de unitaria, ni ejerce liderazgo importante según lo evidencian, incluso, sus paupérrimas convocatorias para conmemorar el Primero de Mayo.

   Si no fuera por la presencia en éstas de los estudiantes, medioambientalistas y luchadores por los Derechos Humanos, lo cierto es que la concurrencia laboral a las mismas resultaría aún más bochornosa, en medio de un clima nacional marcado por las movilizaciones sociales, cada vez más masivas y extendidas por todo nuestro territorio.

   La CUT es una entidad que le ha resultado muy conveniente a los gobiernos de la Concertación como, también, al actual. Para cada uno de los ministros de Hacienda ha resultado cómodo tener interlocución con dirigentes completamente ilegitimados dentro del mundo laboral y sin capacidad de ejercer presión real para imponer las justas aspiraciones, derivadas de una estrategia política y económica que fomenta el salario paupérrimo, el empleo precario y las colusiones de la clase patronal.

   La negociación anual respecto del salario mínimo se ha constituido en un trámite cada vez más ignominioso para la dignidad de los trabajadores, quienes en cada oportunidad deben comprobar la distancia existente entre el reajuste que solicitan y el que resulta de la imposición de las autoridades, la decisión de los partidos y los acuerdos parlamentarios.

   En el país donde las diferencias salariales son las más pronunciadas del mundo, nuestros representantes sindicales vienen perpetuándose en sus directivas, como lo está la camarilla de dirigentes de la CUT y de otras organizaciones, gracias al arreglo cupular y las cuotas de poder que les asignan los comisarios políticos e infectan sus resoluciones y renuncios.

   Personajes todos que, sin rubor alguno, administran la alcancía sindical en viajes, suculentos almuerzos y viáticos, tanto que para nadie resulta ya un misterio que los fondos que manejan son el resultado de asignaciones de los gastos reservados del Ejecutivo, como de los sobornos empresariales abiertos o disfrazados que premian su buena conducta y “espíritu patriótico” en consentir siempre reajustes que consolidan el deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de los chilenos, especialmente de los más pobres. En esto es que tiene base, seguramente, el reciente acuerdo de “cuello y corbata” entre la CUT y la confederación patronal de la producción y del Comercio (CPC), en que unos y otros han manifestado un conjunto de “voluntades comunes”.

   Cuando se reconoce que el sindicalismo chileno vive en estado de crisis es por la incapacidad demostrada por los dirigentes dignos y limpios para imponerse a las maquinarias electorales de sus organizaciones, donde la cupularidad y el autoritarismo es todavía más escandaloso que el que campea en los propios partidos políticos.    

   Mientras que en los verdaderos regímenes democráticos, los procesos eleccionarios de los sindicatos y otras instancias sociales es reglamentada por ley y vigilada por las autoridades y la prensa, aquí éstos se suceden en el más inaudito secretismo, cuanto que ya es tradicional que las pugnas se resuelvan en la repartición de prebendas y la suscripción de compromisos que prometen renovación y transparencia.

   El país no sabe de sus registros y procedimientos electorales, salvo cuando trascienden las prácticas del acarreo de votantes, la desaparición de sufragios y el arreglo final mediante pactos celebrados entre cuatro paredes. De esta forma es que la burocracia sindical de la CUT vuelve a urdir sus comicios internos de agosto próximo, donde lo más seguro es que aquellos que todavía creen posible corregir “desde dentro” a las instituciones descompuestas vuelvan a sufrir una nueva y dramática decepción.

   Después de tantos años en lo mismo, es preciso dejar morir a las instituciones arcaicas y proponerse nuevos referentes y propósitos. Que busquen, por cierto, una afiliación sindical masiva y un nuevo pacto laboral destinado a consolidar movilización social, negociación colectiva, salarios dignos, previsión segura, así como la recuperación para Chile de nuestros recursos naturales y empresas productivas y estratégicas. Que ponga a los trabajadores a la vanguardia de aquellas organizaciones sociales que le han dicho BASTA al régimen político y económico que nos rige, y suman esfuerzo por hermanar a Chile con aquellos procesos destinados a recuperar soberanía nacional, impedir la concentración de la riqueza e imponer equidad social.


Juan Pablo Cárdenas.

[www.radio.uchile.cl]
 

Testimonios de los 80s.

“En medio del Alejo Barrios conversan dos hombres y una mujer. Los tres jóvenes conversan en medio de la muchedumbre que grita consignas en la primera manifestación autorizada en contra de la dictadura, la ha organizado la Alianza democrática.
Ellos, sin ocuparse mucho de lo que pasa a su alrededor, conversan; el más rubio dice: ‘... no, yo no puedo irme, entro al internado en marzo, y si me voy pierdo todo y eso no se lo puedo hacer a mi familia. A mí ya me relegaron así que no, no puedo irme’. Ella dice ‘yo me voy, si me quedo me van agarrar y eso no voy a dejar que pase. Eso nos va a pasar a todos si no nos vamos de aquí’.
El hombre de pelo negro asiente ‘eso es lo que hay que hacer, irse’. Se abrazan los tres y el rubio dice "si me preguntan por ustedes diré que me caen mal".


Cuando llegué a Concepción me maravillé con esa ciudad tan grande con tanto comercio, similar
al de Santiago, pero con un cierto encanto que lo conjugaba el paisaje -sobre todo el río- y la incansable lluvia. Yo había pasado por aquella ciudad un par de veces camino a Chiloé y no conocía a nadie salvo a un par de amigos de mis padres.

Había salido un tanto apurada de Valparaíso, no había tenido tiempo de despedirme de nadie y la
verdad es que eso no era muy importante en aquella época. Me habían expulsado de la Universidad y me buscaban, por lo tanto el ofrecimiento de la dirección de irme a trabajar al
sur no me pareció descabellado, más bien era la mejor salida.

En la cuenca -como se le denominaba a toda esa zona- el Partido y la Jota habían tenido
recientemente una fuerte represión; como resultado de aquello, se había inmolado, en las afueras de la Catedral de Concepción, Sebastián Acevedo, denunciando la tortura y reclamando la libertad de sus hijos detenidos por la “Central Nacional de Informaciones” [Policía política de Pinochet].

Así que, habían enviado a todo un nuevo equipo de compañeros para hacerse cargo de las diferentes direcciones regionales Concepción, Talcahuano y Lota.

A mí me correspondió ir a trabajar a Talcahuano. Me fui a vivir a una pequeña casa más
allá de la Feria Monumental, en el camino que comunica Concepción con Talcahuano, era un buen lugar, relativamente tranquilo, con mucha locomoción, había que ­caminar un par de cuadras para llegar a la casa, fácilmente podías darte cuenta si te seguían o no.

Así, sin ni siquiera darme cuenta, a los 20 años pase a la clandestinidad, era una vida agitada en la cual había demasiadas cosas que hacer, reorganizar la Jota; más que reorganizarla -eso era muy pretencioso- había que revincularla, entre las distintas bases y la dirección, pero además había que hacerla crecer. Me puse a trabajar en ese mundo nuevo que era para mí esa ciudad, esa gente, esa vida, de Valparaíso sólo me enteraba por las noticias de la Bío-Bío.

En una reunión con el Partido conocí a una compañera, era una mujer atractiva cercana a los
40, por ahí, era al igual que yo en la Jota, la única mujer en la dirección regional así que rápidamente ­nos hicimos compinches, claro que sólo nos veíamos en aquellas instancias en las cuales había poco tiempo y ningún espacio para hablar de cosas que no tuvieran relación con el ámbito político, pero aún así siempre había algo de que reírse y ambas lo hacíamos a mandíbula batiente.

La tarea de revinculación y de crecimiento en la Jota seguía viento en popa, cada vez eran
más y eso se notaba en las Universidades, en las poblaciones, en Huachipato en la Usina. Yo seguía asumiendo mi nueva vida, apropiándome de mi personaje y deslavándose cada vez más mi vida interior, es que la clandestinidad es un poco eso, asumir ser otra abandonar lo que eras y en la medida que eres capaz de cortar con todo lo anterior, tienes más posibilidades de mantenerte con vida. La clandestinidad es una experiencia de soledad y desarraigo.

Leía, leía mucho, pero la lluvia, la constante llovizna me producía una enorme tristeza, por ello, a pesar de la constante advertencia de no crear vínculos, invariablemente en esa soledad me acercaba algunos lugares más de lo conveniente, uno de ellos era la casa de varios compañeros que vivían con su mamá en Hualpencillo. Ella era mujer afable, cariñosa y acogedora; en su casa encontraba ese calor que había perdido, siempre había una tasa de té o un plato de comida no importaba la hora que llegarás.

“Dormía un poco intranquilo desde hacía días sabía que tarde o temprano llegarían a buscarlo,
no fue como se imaginaba. Llegaron en la noche se lo llevaron sin mayores aspavientos,
pensó "estos me van a sacar la cresta, pero no me matara, sino me hubieran
secuestrado". Nunca pensó lo dura que sería la tortura, ni menos que la resistiría.
Dolía, ardía y sobre todo la sed, mucha sed...”.


Se había organizado una acción de propaganda en un lugar donde estaban instaladas muchas
pesqueras, allí trabajan muchas mujeres las 24 horas del día, se organizan en turnos. Las contrataban mayoritariamente para pelar el pescado, les pagaban muy poco, las condiciones eran pésimas y las normas de seguridad eran una anécdota.
A muchas mujeres, por no usar guantes, se les pelaban las manos, por lo tanto debían dejar de trabajar y esos días que demoraban en sanar sus manos no se los pagaban.

Además de todo aquello, los jefes se aprovechaban de las más jóvenes acosándolas sexualmente;
las que no accedían a sus requerimientos eran despedidas por cualquier causa.

Se decidió hacer una acción de propaganda, en la cual se repartirían panfletos y gritarían consignas básicamente por la defensa de los derechos y reivindicaciones de las trabajadoras. Se organizaron piquetes a la salida de las pesqueras, que repartían propaganda. La primera acción algunas mujeres nos miraban desconcertadas, otras recibían la propaganda y salían rápidamente. Algunas se asustaban y botaban los panfletos que les entregábamos, pero otras tomaban esto
con simpatía.

La primera de estas acciones resulto un éxito, quedamos muy contentos y empezamos, a hacerlo
más habitualmente. También comenzamos a contactar algunas de las trabajadoras que eran conocidas por militantes o tenían cercanía con la Jota o el Partido.
Fue un trabajo intenso de organización, me gustaba. Me fui involucrando más y más en la vida de aquellas mujeres.

“Había vuelto del exterior todo había cambiado a su regreso, su entorno, esta ciudad que no
era de él y que le había gustado alguna vez, era donde debía vivir. Cuando llegó sólo se le ocurrió, ir a refugiarse al departamento de sus amigos de siempre. Eran estudiantes universitarios, allí sentía el calor de hogar que había perdido”.


Cada cierto tiempo me tocaba viajar a Santiago a reuniones con la dirección de la Jota, a veces lo hacía sola y otras acompañada con los compañeros de los regionales de Lota o Concepción. A veces, cuando me quedaban horas libres -entre mi llegada del sur y las reuniones- me daban ganas de viajar al Puerto, pero nunca me atreví, habría sido una irresponsabilidad. Sin embargo, más que por ello, mi decisión de no pisar Valparaíso tenía que ver con cierto instinto de sobrevivencia y también con el miedo de enfrentarme a algo que ya me parecía ajeno e
intimidante; muchos de mis compañeros habían caído o ya no estaban, pues, al igual que yo, se habían ido.

En una ocasión me tocó viajar sola, llegué a Santiago cerca de las siete de la tarde, me quede
cerca del Terminal, pues mi contacto era a las 8 de la noche en la Estación Central. Mala hora, mal lugar -pensé- cuando me dieron el vínculo.

Llegué al contacto, mire a mí alrededor y, ¡horror!, en la otra esquina había un amigo de Valparaíso; era evidente que estaba en lo mismo que yo: esperando un vínculo.
Decidí caminar darme una vuelta, me aborda un tipo. Me alejo de él, pero el tipo me seguía molestando, la situación se ponía color de hormiga, pues evidentemente mi contacto no se iba acercar con el tipo molestándome. Seguí caminando, sin mucho saber que hacer y veo que mi amigo cruza la calle; empuja al tipo y lo increpa "que te pasa; creís que la cabra anda sola". El hombre se asustó, le tomé la mano a mi amigo y nos alejamos riendo. Nos fuimos de ahí, efectivamente él estaba esperando un vínculo que no era yo, pero estábamos tan contentos de vernos que nos fuimos a comer a otro lugar. Nos quedamos toda la noche hablando, éramos
dos locos que no parábamos de hablar, de acordarnos de Valparaíso. Al otro día muy temprano llegué al vínculo de rescate, al compañero que me fue a buscarle dije que había perdido el bus el día anterior. La verdad que había sido irresponsable, pero me había hecho tan bien encontrarme con un viejo amigo, por unas horas había vuelto a ser la de siempre.

“La sed la siguió durante días, todo el tiempo que permaneció allí, pensaba qué estaría
pasando afuera, cómo estarían sus padres y su pololo. Nunca pensó que los dinos sabían tanto, le habían mostrado fotos. Pensó: nos tienen a todos identificados, le dieron ganas de reírse”.


Volví a Talcahuano después de la reunión con la dirección, me habían dicho que me cambiara de casa, la situación en el Puerto era mala y habían seguido buscándome, así que debía tener más cuidado. Cuando escuchaba esto pensaba, “supieran que acabo de juntarme con un amigo del Puerto”.

En Talcahuano ya me estaba acostumbrando y la casa en que vivía era tranquila, sentía que no
tenía porque temer, yo no era tan importante. Así que no hice caso, seguí viviendo en la misma casa. Ya tenía una rutina, tenía toda la semana ocupada, el regional estaba creciendo y armándose, seguía trabajando con las mujeres de las pesqueras, me gustaba particularmente ese trabajo político.
Los días domingos me iba al cine, nunca me había gustado ir al cine sola, pero ya me había acostumbrado. Los individuos tendemos a construir nuestra vida de rutinas y yo no era una excepción, uno se acostumbra a todo.

“Lo secuestraron en el centro de Santiago al medio dio, fue rápido, menos de 5 segundos cuatro hombres lo amordazaron y metieron dentro de un auto, él forcejeo, pero lo aturdieron. Su cuerpo quedó destrozado. Le explotó una bomba, cuando la estaba manipulando, eso dijeron los diarios”.

Llegué al negocio de la esquina, me gustaba comprar esas longanizas tan ricas que vendía el viejo -en mi vida he comido más longanizas que en aquella época- repentinamente estacionaron varios autos frente a mi casa, se bajan unos hombres e ingresaron violentamente a la que hasta ese momento había sido mi casa. El viejo me mira, me entrega las longanizas y el vuelto, salí sin
apurarme caminé en dirección contraria sin mirar atrás di vuelta la esquina apuré el paso, las cuadras se me hicieron interminables. ¿Qué estaría haciendo el viejo del almacén? ¿Había ido donde los Dinos a decirle que me había ido por el otro lado? Llegue a Colón, tomé la primera micro y desaparecí de allí.

Llegué a Concepción me metí al mercado, tome algo, pensé donde ir, pero llegar a la casa de gente de la Jota con la cual trabajaba era una locura. Así que decidí, dejar un mensaje avisando la situación a los compañeros de la dirección de la Jota y otro en el buzón que tenía con los viejos del Partido, tenía que esperar a lo menos un día, para hacer contacto. Me metí al cine a ver
una película; una de las principales normas que te inculcaban era que siempre anduvieras con plata por cualquier imprevisto, afortunadamente había seguido esa regla. Tenía un poco de dinero, busque una pensión cerca del barrio universitario, alquilé una pieza por una noche, compré los diarios. Las horas se me hacían interminables, decidí salir a llamar al buzón que teníamos de la Jota, había un mensaje: habían allanado algunas casas de compañeros y tomado
detenidos.

Al otro día salió en los diarios que se había producido un “en­frentamiento” cerca de la Feria
Monumental, en el cual habían muertos cinco extremistas -eran mis compañeros de la Jota que habían sido detenidos- la verdad empezó a emerger al poco rato, pues la madre de uno de ellos -que vivía en Hualpencillo- había denunciado su detención, algunos testigos dijeron que los jóve­nes habían sido ejecutados.
Estaba con una sensación extraña de angustia, de pena, de culpabilidad, así me dirigí a hacer mi vínculo de rescate con los viejos.

Era un día luminoso. Caminando por una calle poco transitada de Concepción cerca de la Estación, hice contacto con el Partido. Quien había ido a mi encuentro era la compañera de la Dirección de los viejos, nos abrazamos y caminamos de la mano un rato. En una plazoleta estaba una mujer con su hija pequeña, la niña jugaba, repentinamente corrió y su madre la llamó "¡Isabel! no te alejes". Al escuchar esa frase se me pasó mi vida entera como una película por la cabeza, hacía tanto tiempo que no escuchaba ese nombre, y pensé en las calles de Valparaíso, en mis amigos, en mi familia en la vida que había dejado y sentí una profunda tristeza y me di cuenta que nada sería lo mismo, que yo había cambiado y ciertamente todo aquello también.

Con la compañera del Partido después de mucho merodear y verificar que no nos seguían, nos fuimos a una casa, nos reunimos con la dirección regional del, Partido y algunos compañeros de la Jota, tratamos de elucubrar como nos habían descubierto, se tomaron las medidas para que no siguieran más detenciones, se organizó un comité de emergencia.

Se decidió que yo viajará, que saliera de la ciudad. Luego de una semana me fui de la Cuenca, desde el Terminal de Concepción. Me fue a dejar un compañero fingiendo que éramos una pareja. Otros dos compañeros estaban en el Terminal, ellos tenían la misión de vigilar que no ocurriera nada extraño, con uno de ellos cruzamos un par de miradas. Habíamos trabajado juntos y nos habíamos hecho amigos, nuca supo como me llamaba, ni de donde era, sin embargo
conversamos mucho sobre todo de libros. Tomé el bus que venía a Santiago, nunca más volví a ver a ninguno de los tres.

P.D.:
El rubio se paso años en la cárcel, finalmente lo soltaron, el de pelo negro murió destrozado por una bomba y ella nunca más volvió.
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[Extraído de:
“Del Y va a caer al no. La juventud de Valparaíso durante los 80s”.
Ediciones Colectivo 19 de noviembre, Valparaíso, 2007, págs. 115 y ss.]