FOUCAULT fue certero:
“No creo en absoluto que nuestra sociedad sea democrática. Si uno entiende por democracia el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenado jerárquicamente en clases, es absolutamente claro que estamos muy lejos de la democracia. Es también claro que vivimos bajo un régimen de dictadura de clases, un poder de clases que se impone a sí mismo mediante la violencia, siempre cuando los instrumentos de esa violencia son institucionales y constitucionales. Y esto ocurre en un grado que impide que exista una verdadera democracia”.

50 años con la Revolución cubana



En estos precisos días se cumplen 50 años de la entrada de los rebeldes a la ciudad de La Habana. Con una dirigencia que ha instruido con el ejemplo, con sus aciertos y pese a la constante agresión imperial, la revolución cubana ha logrado sembrar los más amplios espacios de Justicia en las relaciones sociales de sus habitantes. Y, hasta Angola, pasando por Sudáfrica, entre muchos países, ha entregado respaldo y sacrificio.
Sus claves, encarnando la historia, tradiciones e idiosincrasia de su pueblo, interpretándose con su bandera azul, blanca y roja, han puesto su acento no solo en la salud y la educación, sino esencialmente, en cultura propia y fuerza moral, que le ha generado respeto y admiración de pueblos y de intelectuales imprescindibles.
Los revolucionarios nunca entendieron la amplitud como necesidad de pactar con las fuerzas adictas a Batista ni sostenedoras de su régimen patronal, sino como proceso vinculante con el pueblo opositor. Jamás buscaron acercarse ni encubrir un régimen patronal de políticos y funcionarios corruptos, ocultando eventuales fracasos en la convocatoria propia, y esperando obtener cuotas dentro del mismo como fuerza añadida.
Por el contrario, su oposición y su posición han sido radicales, teniendo desde un comienzo muy claro que el poder –como advierte Zaffaroni- no es algo que se tiene, sino algo que se ejerce, sea que se manifieste mediante el discurso o de modo directo. No “conquistaron” ni “alcanzaron” el poder, sino que fueron capaces -esencialmente- de generarlo.

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